El aborto en el Perú: Entre el derecho, la moral y la
salud pública
El
aborto es un tema que despierta profundas controversias en todo el mundo, y el
Perú no es la excepción. A lo largo de los años, esta práctica ha sido abordada
desde diversas perspectivas: Legales, éticas, religiosas y sanitarias.
Actualmente, en el país, el aborto solo es legal si la vida o la salud de la
mujer embarazada están en peligro, lo que genera una serie de conflictos para
las miles de mujeres que, por diversas razones, deciden interrumpir un embarazo
no deseado. En este ensayo, se analizará la situación actual del aborto en el
Perú, sus implicancias sociales y de salud pública, y la necesidad urgente de
un debate abierto y sin prejuicios para garantizar los derechos fundamentales
de las mujeres.
En
el Perú, el aborto está penalizado según el Código Penal, salvo en los casos en
que sea necesario para salvar la vida o evitar un daño grave y permanente en la
salud física o mental de la gestante (artículo 119). Sin embargo, esta
excepción legal no se aplica de manera uniforme, y muchas mujeres no tienen
acceso real a servicios seguros incluso en estos casos. La falta de claridad
legal y el temor del personal médico a ser denunciado dificultan el acceso a
abortos terapéuticos, especialmente en regiones rurales y alejadas.
Esta
realidad tiene consecuencias graves. Las mujeres que no pueden acceder a un
aborto seguro suelen recurrir a métodos clandestinos, muchas veces realizados
en condiciones insalubres y peligrosas. Según cifras del Ministerio de Salud,
se estima que cada año ocurren más de 350,000 abortos en el país, la gran
mayoría de forma ilegal y sin supervisión médica. Esto convierte al aborto
inseguro en una de las principales causas de mortalidad materna en el Perú, especialmente
entre adolescentes y mujeres en situación de pobreza.
Además
del impacto en la salud, la criminalización del aborto también conlleva
consecuencias legales y sociales. Numerosos casos han sido reportados en los
que mujeres que sufren abortos espontáneos han sido denunciadas o investigadas
como si hubieran cometido un delito. Esto genera un clima de miedo e
injusticia, en el que se vulneran los derechos fundamentales de las mujeres. La
criminalización del aborto perpetúa una visión patriarcal que niega a la mujer
la autonomía sobre su cuerpo y su capacidad de tomar decisiones informadas
sobre su vida reproductiva.
Por
otro lado, los argumentos en contra de la legalización del aborto suelen estar
basados en creencias religiosas y principios morales. Sin embargo, es
importante recordar que el Estado peruano es laico, y su legislación debe
garantizar derechos y libertades sin imponer una visión religiosa particular.
La Organización Mundial de la Salud ha señalado que los países donde el aborto
es legal y accesible presentan menores tasas de mortalidad materna, lo que
refuerza la necesidad de una reforma legal en el Perú.
Experiencias
en países vecinos como Uruguay, Argentina y Colombia demuestran que la
legalización del aborto no aumenta su número, sino que mejora las condiciones
en que se realiza. Además, se fortalece la educación sexual y el acceso a
métodos anticonceptivos, reduciendo así embarazos no deseados. En estos países,
el debate ha estado centrado en la salud pública y los derechos humanos, y no
en la imposición moral. El Perú necesita avanzar en esa misma dirección,
fomentando un diálogo abierto que priorice la vida, la dignidad y la salud de
las mujeres.
Finalmente,
es fundamental comprender que muchas mujeres no abortan por elección superficial,
sino por situaciones complejas: abuso sexual, pobreza, falta de apoyo familiar
o social, entre otras. La sociedad debe dejar de juzgar y comenzar a acompañar.
Legalizar el aborto es reconocer esa realidad y brindar un marco legal seguro
que proteja a las más vulnerables. Negarles esta posibilidad no evita el
aborto: solo lo vuelve más peligroso.
El
debate sobre el aborto en el Perú no puede seguir postergándose. Mientras se
mantenga su penalización, miles de mujeres seguirán arriesgando sus vidas y siendo
criminalizadas por ejercer su derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Es
necesario que el país avance hacia una legislación más justa, basada en
evidencia médica y en el respeto a los derechos humanos, y no en prejuicios ni
imposiciones morales. Solo así se podrá construir una sociedad más equitativa,
donde la salud, la libertad y la dignidad de las mujeres sean verdaderamente
protegidas. La discusión no debe centrarse en el castigo, sino en la
prevención, el acompañamiento y la garantía de una vida digna para todas.
Gutierrez Cabrera Katherine Patricia
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